Homilía de la boda real

El Obispo anglicano de Londres, Richard Chartres, pronunció esta bella homilía en la boda de William y Kate. AyC ofrece esta traducción al español del texto completo.

 

“Sé quién Dios soñó que fueras y encenderás un fuego sobre la tierra”. Dijo Santa Catalina de Siena, cuya fiesta celebramos hoy. El matrimonio está instituido para ser un camino en el cual un hombre y una mujer se ayudan el uno al otro para llegar a ser lo que Dios ha soñado para cada uno de los dos, su ser más profundo y verdadero.

Muchos son los que están llenos de miedo por el futuro del mundo, pero el mensaje de las celebraciones en este país y más allá de sus costas es el correcto – ¡este es un día de gozo!

Es bueno que personas de todos los continentes sean capaces de compartir estas celebraciones porque este es, como debe ser cada celebración del matrimonio, un día de esperanza.

En cierto sentido, toda boda es una boda real con el novio y la novia como rey y reina de la creación, iniciando una vida juntos para que la vida pueda fluir a través de ellos en el futuro.

Guillermo y Catalina, habéis escogido casaros ante los ojos de un Dios generoso que tanto amó al mundo que se dio a sí mismo a nosotros en la persona de Jesucristo. Y en el Espíritu de este Dios generoso, marido y mujer os entregáis mutuamente el uno al otro.

Una vida espiritual crece al encontrar el amor su centro más allá de nosotros mismos. Las relaciones fieles y comprometidas abren una puerta hacia el misterio de vida espiritual en el cual descubrimos esto: cuanto más nos damos, más nos enriquecemos en alma; cuanto más salimos de nosotros mismos al amar, más llegamos a ser nosotros mismos y se revela más plenamente nuestra belleza espiritual.

En el matrimonio, buscamos conducir al otro a una vida más plena. Es por supuesto difícil salir de nuestro ensimismamiento egoísta. Algunas personas sueñan con hacer tal cosa, pero para que esta esperanza se cumpla es necesaria una decisión solemne: que sean cuales sean las dificultades, estamos comprometidos en el camino de un amor generoso.  

Ambos habéis tomado vuestra decisión hoy – “Quiero” – y al instituir esta nueva relación, os habéis alineado con lo que creemos que es el camino en el cual la vida evoluciona espiritualmente, y que conducirá a un futuro creativo para la raza humana.

En pie, contemplamos un siglo lleno de promesas y peligros. Los seres humanos confrontan la cuestión de cómo usar sabiamente un poder que se nos ha dado a través de los descubrimientos del siglo pasado.

No realizaremos la promesa del futuro a través de más conocimientos, sino por un aumento de sabiduría amorosa y reverencia, por la vida, la tierra y de los unos por los otros.

El matrimonio debe transformar, como marido y mujer hacer el uno del otro su obra de arte. Es posible transformar en la medida en que no alberguemos ambiciones de reformar a nuestro compañero. No debe haber coerción si el Espíritu ha de fluir; cada uno debe dar al otro espacio y libertad.

Chaucer, el poeta londinense, lo resumió en una concisa frase: “Cuando llega el dominio, el Dios del amor ya no, bate sus alas y adiós, es ido”. Al eclipsarse la realidad de Dios de muchas vidas en Occidente, ha habido una correspondiente inflación de las expectativas en que solo las relaciones personales aportan sentido y felicidad a la vida.

Esto carga a nuestro compañero con un peso demasiado pesado. Todos somos seres incompletos: todos necesitamos un amor que sea seguro, no oprimente; necesitamos el perdón mutuo, para florecer.
Cuando nos acercamos con amor a nuestro compañero, siguiendo el ejemplo de Jesucristo, el Espíritu Santo nos impulsa, y puede llenar cada vez más nuestras vidas con luz.

Esto conduce a una vida familiar que ofrece las mejores condiciones para que la próxima generación pueda practicar e intercambiar aquellos dones con los que vencer el miedo y la división e incubar el mundo venidero del Espíritu, cuyos frutos son amor, gozo y paz.

Rezo para que todos nosotros aquí presentes y los muchos de millones viendo esta ceremonia y compartiendo vuestra alegría hoy, hagamos todo lo que esté en nuestro poder para apoyar y sosteneros en vuestra nueva vida.

Y pido que Dios os bendiga en el camino de la vida que habéis elegido, ese camino que se expresa en la oración que habéis compuesto juntos en preparación para este día:

Dios padre nuestro, te damos gracias por nuestras familias;
por el amor que compartimos y por la alegría de nuestro matrimonio.
En el ajetreo de cada día,
mantén nuestras miradas fijas en lo que es real e importante en la vida
y ayúdanos a ser generosos con nuestro tiempo, amor y energía.
Fortalecidos por nuestra unión,
ayúdanos a servir y consolar a los que sufren.
Te lo pedimos en el Espíritu de Jesucristo. Amén.