30 de abril. Tercer Domingo de Pascua

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PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 3, 13-15. 17-19.

En aquellos días, Pedro dijo a la gente: «El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos. Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había dicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados.»

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 4.

Antífona: Haz brillar sobre nosotros el resplandor de tu rostro.

Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío;
tú que en el aprieto me diste anchura, ten piedad de mí y escucha mi oración.

Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha,
si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?»

En paz me acuesto y en seguida me duermo,
porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del apóstol San Juan 2, 1-5a.

Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis, pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. En esto sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: “Yo lo conozco”, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está con él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 24, 35-48.

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros.»

Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.»

Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo de comer?»

Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.»

Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»


VIDA EN PLENITUD

El relato evangélico de hoy nos cuenta algo que sucedió en el Día de Pascua, y es continuación de la historia de los discípulos de Emaús. Cleofás y su compañero o compañera volvieron corriendo a Jerusalén, y estaban narrando a los discípulos su encuentro con el Resucitado, cuando Jesús se les presentó de nuevo, diciéndoles: “Paz a vosotros”.

El evangelio afirma que los discípulos, asustados, “Creían ver un fantasma”.
Los teólogos enseñan que la resurrección de Cristo no consistió en la resucitación de un cadáver. No es que el cuerpo de Cristo adquiriera de nuevo aliento y pulso y se reanimase. Jesús no regresó a esta vida, tal como la conocemos nosotros, sino que saltó a otra forma de existencia.

“En efecto, el que solamente una vez alguien haya sido reanimado, y nada más, ¿de qué modo debería afectarnos? Pero la resurrección de Cristo es precisamente algo más, una cosa distinta. Es ?si podemos usar por una vez el lenguaje de la teoría de la evolución? la mayor «mutación», el salto más decisivo en absoluto hacia una dimensión totalmente nueva, que se haya producido jamás en la larga historia de la vida y de sus desarrollos: un salto de un orden completamente nuevo, que nos afecta y que atañe a toda la historia” (Benedicto XVI – homilía de la Vigilia Pascual, retomando una idea de Teilhard de Chardin, teólogo jesuita que fue censurado por el Vaticano precisamente por sus ideas sobre la evolución).

Pero los discípulos creían ver un fantasma... Y los fantasmas asustan, son seres terroríficos, que nos espantan. ¿Y por qué? Porque son heraldos de la tumba. Aunque aparentan estar “vivos”, no lo están verdaderamente, sino que son presencias de la muerte.

Además de dar miedo, los fantasmas son dignos de conmiseración. En la mayoría de las historias de fantasmas, desde las más tradicionales hasta “Sexto Sentido” (la peli con Bruce Willis y el niño Haley Joel Osment), se les imagina como almas torturadas. Portan cadenas, como signo de su atadura a la tierra por algún hecho terrible, del que buscan expiación o venganza.

A medio camino entre la tierra y el más allá, no comparten las luchas de los vivos, ni reposan en el eterno descanso. Su existencia es como la de una sombra exenta de verdadera vitalidad. Son pura vaciedad. Se les representa –al menos así era en los viejos tiempos de los dibujos animados? con una sábana, bajo la cual no hay nada.

Jesús les dice a sus discípulos que no es un fantasma. No viene a asustarles con un mensaje de muerte. Su palabra es: “Paz a vosotros”. Y para calmar su miedo les invita a palparle, a tocar su carne y sus huesos. “¿Lo veis? –les dice con ternura maternal? ¿Tienen carne y hueso los fantasmas?”

más. Y no fue una homilía, como esta... Decidió que había algo mejor que dirigirles un discurso sobre la naturaleza de los cuerpos glorificados: Comió con ellos.

Comer es un acto vital, quizás el más primordial que existe después de respirar. Todos los animales, incluidos los humanos, necesitamos comer. Todo el mundo entiende que nutrirse es básico para mantener la vida.

Pero comer es también una de las formas esenciales de celebrar las relaciones que nos unen con aquellos que nos rodean. Jesús no es un fantasma, habitante de un mundo paralelo: comparte con nosotros, sufre y goza con nosotros, ¡come con nosotros!
Yo me crié en un pueblo japonés donde mi hermanos y yo éramos los únicos niños cristianos. Los japoneses, tan avanzados tecnológicamente, son gente bastante supersticiosa, y en cuanto a los fantasmas, la mayoría cree en ellos a pies juntillas. Nosotros no creíamos en fantasmas como los demás niños, porque éramos cristianos. Y sigo siendo bastante escéptico en todo cuanto se refiere a fenómenos paranormales...

Pero en otro modo, sí creo en los fantasmas. Las dos primeras lecturas de hoy nos hablan del pecado. ¿Y qué es el pecado? Una vida fantasmal, hueca, vacía: una sábana que esconde la nada. El pecado se presenta siempre como algo interesante, ¡imprescindible!”, atractivo, cool,... pero solo es vacío y el ruido de unas cadenas arrastrándose por el suelo. Es apariencia sin verdadero contenido: “mover dinero” sin producir riqueza, ejercer el poder sin potenciar a nadie, jugar al amor sin entregarse... Como la sábana del fantasma, una máscara protege el vacío de la mentira.

El cuerpo Jesús, carne y huesos, viene a decirnos que podemos vivir en verdad, amar desnudamente, en lo concreto de la existencia. Sin máscaras. Sin cadenas. Fiados en él podemos quitarnos nuestras sábanas de fantasma y estrenar la libertad de la mañana de Pascua.

Y compartir la mesa con Jesús y con todos los que viven una comunión con él. La comida de Jesús con sus discípulos se prolonga hoy en la Eucaristía que celebramos. Nos une con él y con el Espíritu del Dios que le resucitó de entre los muertos. En él descubrimos la sencilla alegría de la verdad, la luz de la mañana de Pascua.