7 de julio
Domingo XIV del Tiempo Ordinario

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PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Isaías 66, 10-14c

Festejad a Jerusalén, gozad con ella, todos los que la amáis, alegraos de su alegría, los que por ella llevasteis luto. Mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos, y apuraréis las delicias de sus ubres abundantes. Porque así dice el Señor: «Yo haré derivar hacia ella, como un río, la paz, como un torrente en crecida, las riquezas de las naciones. Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán; como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo, y en Jerusalén seréis consolados. Al verlo, se alegrará vuestro corazón, y vuestros huesos florecerán como un prado; la mano del Señor se manifestará a sus siervos.»

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 65.

Antífona: Aclamad al Señor, tierra entera.

Aclamad al Señor, tierra entera; tocad en honor de su nombre;
cantad himnos a su gloria; decid a Dios: «¡Qué temibles son tus obras!»

Que se postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor, que toquen para tu nombre.
Venid a ver las obras de Dios, sus temibles proezas en favor de los hombres.

Transformó el mar en tierra firme, a pie atravesaron el río.
Alegrémonos con Dios, que con su poder gobierna eternamente.

Fieles de Dios, venid a escuchar, os contaré lo que ha hecho conmigo.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica, ni me retiró su favor.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 6, 14-18

Hermanos:

Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo. Pues lo que cuenta no es circuncisión o incircuncisión, sino una criatura nueva. La paz y la misericordia de Dios vengan sobre todos los que se ajustan a esta norma; también sobre el Israel de Dios. En adelante, que nadie me venga con molestias, porque yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús. La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con vuestro espíritu, hermanos. Amén.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 10, 1-12. 17-20

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: «Paz a esta casa.» Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: «Está cerca de vosotros el reino de Dios.»

Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: «Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios.» Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo.»

Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.»

Él les contestó: «Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.»

Comentario a la Palabra:

EL LUNES EN LAMPEDUSA

El evangelio de este domingo nos narra la experiencia misionera del grupo de los 72.  Si el pasado domingo los apóstoles volvían a Jesús con quejas, este evangelio nos dice que el grupo de los 72 vuelve “muy contento”, habiendo experimentado que “hasta los demonios se nos someten en tu nombre”.

Los apóstoles querían que “bajase fuego destructivo del cielo”; éstos, “veían a Satanás caer del cielo como un rayo”. Dos visiones bien diferentes. Dos maneras de mirar más allá de nosotros mismos. Y una recomendación esencial: “estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo”.

El evangelistas Lucas que se caracteriza por destacar la importancia de la misericordia, es el único que narra esta escena.

Dos maneras de proclamar el Evangelio, de ir a la misión. Desde la presunción del poder religioso, institucional. Desde la alegría de la fraternidad comunitaria. Los primeros, condenando. Los segundos, alegres y libres. Porque saben que lo esencial no está en “someter espíritus” sino en una mirada más profunda, en un horizonte más amplio.

Ir a la misión no para condenar o someter, para imponer poder o excluir. Ir a la misión con la alegría que nace de conocer la “fuente que mana y corre aunque es de noche” y que es anterior a toda acción. Porque se conoce y experimenta el Espíritu al que se pertenece. ¿Sabes al Espíritu que perteneces?

Si crees en el Espíritu al que perteneces “¡Ponte en camino!”. Consciente de que “los lobos” también son criaturas del Señor. Y las serpientes. Sabiendo que hay personas “que no aman la paz”, pero que hay otras en las que “descansará sobre ellos” la paz que llevas. Pero el lobo y la serpiente están ahí.

Somos invitados a transmitir la paz de la Buena Noticia no a hacer proselitismo. Dice el Papa Francisco que “la corrupción es proselitista”. El enfado de los apóstoles en el evangelio del pasado domingo viene de una actitud proselitista, corrompida por el afán de éxito.

El éxito no es necesariamente cristiano. Con frecuencia transitamos terrenos contaminados. El discernimiento nos avisa, ¡sacúdete hasta el polvo de tus pies! Que nada te impida anunciar el Reino que es curación y paz rodeado de lobos. No, la realidad en la que estamos no es aséptica. La tentación, también para los hombres y mujeres de iglesia, será disfrazar al lobo de oveja, con tal de no pasar la prueba de “pisotear serpientes y escorpiones”, para engordar el ego personal que nos quiere hacer creer que la victoria es nuestra. Pero la verdad, quien vence es Dios.

Jesús es presencia activa del bien y nadie que viva una comunión con Él puede pretender anunciar su Reino generando víctimas. Él es liberación, en nosotros y en nuestro mundo tan querido.

El próximo lunes, 8 de julio 2013, el papa Francisco va a la isla de Lampedusa, al sur de Italia. Ha pedido discreción para este viaje. Es una visita orante. Desde allí quiere rezar por los miles de migrantes que murieron ahogados intentando cruzar el Mediterráneo. Buscando Lampedusa cientos de naufragios rompieron anhelos de libertad y vida digna.

Ir  del Vaticano a Lampedusa es abrirse camino entre lobos,  serpientes y escorpiones. Poner el mal ante nuestros ojos con la ternura recia de la compasión. En pleno verano, cuando estoy de vacaciones, me recuerdan que nuestras playas están contaminadas por el “mal de Europa”. Esa tumba inmensa que es el pequeño “mar nuestro”  escuchará decirle a los que se tragó, ¡Paz a vosotros! Paz para los muertos, profecía para los vivos.  Los nombres de todas las víctimas están escritos en el libro de la Vida. A ellos llegará la Paz que deseamos. ¿Qué va a pasar con los que seguimos vivos?

¿Qué puede decirle el papa Francisco a los sobrevivientes de Lampedusa, víctimas del tráfico de seres humanos, en nombre de la Iglesia europea? ¿Qué sugiere este gesto a los que creemos en el Evangelio que nos dice “¡Poneos en camino!” ? … ¡Lampedusa existe! ¡SABED QUE ESTÁ CERCA EL REINO DE DIOS!