26 de octubre.
Domingo XXX del Tiempo Ordinario.

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PRIMERA LECTURA.

Lectura del libro del Éxodo 22, 20-26.

Así dice el Señor: «No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto. No explotarás a viudas ni a huérfanos, porque, si los explotas y ellos gritan a mí, yo los escucharé. Se encenderá mi ira y os haré morir a espada, dejando a vuestras mujeres viudas y a vuestros hijos huérfanos. Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero, cargándole intereses. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo, ¿y dónde, si no, se va a acostar? Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy compasivo.»

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 17.

Antífona: Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.

Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.

Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos.

Viva el Señor, bendita sea mi Roca, sea ensalzado mi Dios y Salvador.
Tú diste gran victoria a tu rey, tuviste misericordia de tu Ungido.

SEGUNDA LECTURA.

Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 1, 5-10.

Hermanos:

Sabéis cuál fue nuestra actuación entre vosotros para vuestro bien. Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo. Así llegasteis a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya. Desde vuestra Iglesia, la palabra del Señor ha resonado no sólo en Macedonia y en Acaya, sino en todas partes. Vuestra fe en Dios había corrido de boca en boca, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles de la acogida que nos hicisteis: cómo, abandonando los ídolos, os volvisteis a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que nos libra del castigo futuro.

EVANGELIO.

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 22, 34-40.

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»

Él le dijo: «”Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda su alma, con todo tu ser”. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Estos dos mandamiento sostienen la Ley entera y los profetas.»

Comentario a la Palabra:

MÁS ALLÁ DEL "A TI MISMO"

También este domingo podemos pensar en la figura de la semejanza. Si el domingo pasado se nos recordaba que nuestra “imagen” no es la reflejada en el dinero del César sino la del Dios Vivo, porque fuimos creados a su “imagen y semejanza”,  este domingo se nos recuerda esa semejanza, la que hay entre el amor a Dios y al prójimo. Sin dualismos ni rupturas. El nivel de nuestra fe es el que expresa nuestra praxis con el prójimo de cerca o de lejos. Creemos en aquello por lo que actuamos.

Empeñados en poner orden, clasificar, legislar hay quien también hoy gasta sus energías buscando “lo esencial”, sin salir de una actitud retórica. En tiempos de Jesús las distintas escuelas judías andaban con la misma preocupación, encontrar ¡lo más importante! Poner orden en nuestra relación con Dios. Así es como un experto en la Ley se presenta, a imagen del tentador, ante Jesús. Un listo que se hace el tonto para dañar.

La respuesta de Jesús es una llamada al juego limpio con el desafío de esta propuesta: ¡¡¡AMARÁS!!!

Nos invita a descubrir el potencial que hay en cada uno, aquello a través de lo cual Dios se expresa en nosotros, lo que hace que seas “imagen y semejanza” suya. Amar con todo el corazón, con toda el alma, con todo tu ser. Ser tu mejor tú mismo. El solo “tú mismo” está bajo sospecha.

No es difícil encontrarnos con quienes tienen miedo a ser amados como la persona con la que se relaciona se ama a sí misma. Y es que tener como medida el “a ti mismo” viene a ser una cuestión de mínimos. Son demasiados los que hoy no se aman, se auto dañan, se infravaloran. Mucho “tú mismo” enfermo. Mucho “ego” no trabajado.  Por lo menos, viene a decirnos, trata a los otros como te gustaría que te trataran. No te imagines una relación con Dios fuera del ámbito del amor, fuera del espacio humano en el que vives.

La originalidad de Jesús pasa por esa capacidad de hacer una síntesis y, a quien le pregunta por Dios,  recordarle que todo comienza y se realiza en las relaciones humanas.

No es solo una manera nueva y original de expresar un texto del libro del Levítico (19,18) y otro del Deuteronomio (6,5). En el Evangelio Jesús va más lejos, porque Él nos precede en todo lo relacionado con el desafío del Amor. En Jesús Dios nos amó primero.

Y ese amor sostiene la invitación de Jesús a quien verdaderamente busca a Dios. Le va a decir ¡Amarás!, pero incluso superando los límites de la historia personal. Incluso nos habla de amor a los que nos hacen la vida difícil. El amor cristiano busca lo mejor del ser humano: la presencia del amor de Dios en él.

En el evangelio de San Juan (13,34) Jesús nos va a recordar el estilo nuevo, la plenitud de la originalidad que muestra el texto de hoy: “que os améis unos a otros como yo os he amado”.  Buscar una comunión con Dios es aceptar este desafío que nos saca de nosotros mismos, que una y otra vez abre caminos nuevos ante el ser humano para que experimentemos plenitud a la vez que preparamos un futuro nuevo.