17 de mayo. Ascensión del Señor

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PRIMERA LECTURA.

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 1, 1-11.

En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo.  Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les recomendó: «No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado.  Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.»

Ellos lo rodearon preguntándole: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?»

Jesús contestó: «No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad.  Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta los confines del mundo.»

Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista.  Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?  El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.»

SALMO RESPONSORIAL.  Salmo 46.

Antífona: Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.

Pueblos todos batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra.

Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas;
tocad para Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad.

Porque Dios es el rey del mundo; tocad con maestría.  
Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado.

SEGUNDA LECTURA.

Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Efesios 1, 17-23.

Hermanos: 

Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo.  Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro.

Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo.  Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.

EVANGELIO.

Conclusión del santo Evangelio según San Marcos 16, 15-20.

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño.  Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»

Después de hablarles, el Señor subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

Comentario a la Palabra:

NO QUIERE QUE NADIE SE HUNDA

Creemos en Cristo que “resucitado de entre los muertos” está “por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido”. Hemos optado por ser bautizados en esta fe y continuar la misión que Él inició. Así es como celebramos la solemnidad pascual de la Ascensión del Señor.

El evangelio de este domingo viene a ser como un “compendio de la misión cristiana, desde una perspectiva carismática”. Apocalíptica. Viene a decirnos que es posible entrar en “un campo nuevo de la realidad” que es misión. Pareciera realismo mágico, pero es Palabra que expresa lo que no se puede decir con palabras.

El apéndice del evangelio de Marcos es una llamada a vivir la fe con los pies en la tierra. El bautismo como experiencia de salvación, pese al peligro de “quedarnos mirando al cielo”. Nos cuesta aceptar que no se trata de una “ascensión física” sino de colaborar en la transformación de nuestro mundo concreto. Él está por encima de todos poniéndose en el último lugar para empujar a todos hacia arriba.

Una misión a realizar entre “demonios”, “serpientes”, “veneno”; pero con un poder de fortaleza curativo. El cristiano está llamado a generar una nueva conciencia ante lo que hace sufrir al ser humano. La realidad de la Pascua de Cristo aparece donde se da la transformación de las amenazas de muerte en vida saludable, amor saludable.

El lenguaje de las víboras y alacranes no nos gusta, pero a poco que profundicemos nos damos cuenta cómo muestra una verdad de hoy y de siempre: abre la prensa. El evangelio de hoy, la fiesta pascual que celebramos nos recuerda algo esencial al cristianismo: hemos de ser curación ahí donde los humanos han optado por lo que deshumaniza, endurece el corazón, extiende el odio y los  egoísmos... Basta un titular de la prensa de hoy: “No tienen agua y están bebiendo su propia orina”. La nota de prensa dice que “mientras continúa el cruce de acusaciones entre todos los países de la región, miles de balseros siguen a la deriva frente a Tailandia, Malasia e Indonesia, destinados a “morir”. Dios no quiere estos hundimientos ni ninguno, Él busca la ascensión de todo lo humano.

Creer de verdad que Jesús es el Señor Resucitado que tira de todos los humanos hacia arriba, creer en la Ascensión Pascual de Jesucristo, supone un compromiso, una misión con quienes a diario vemos hundirse, ir a la deriva, ser asfixiados  por la serpiente de la marginación.

Los milagros los hace el amor, la solidaridad, las actitudes generosas que llevan a compartir incluso con casi nada. Ahí se asciende. Ahí se produce una nueva presencia del Resucitado más fuerte y más cercana.