9 diciembre.
Segundo Domingo de Adviento


Ba 5,1-9
Sal 125,1b-2ab.2cd-3.4-5.6:
¡El Señor ha estado grande
con nosotros y estamos alegres.
Flp 1,4-6.8-11
Lc 3,1-6:

Evangelio


En el año decimoquinto del Imperio del emperador Tiberio,
siendo Poncio Pilato gobernador de Judea y Herodes tetrarca
de Galilea, y su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide,
y Lisanio tetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás
y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías,
en el desierto. Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando
un bautismo de conversión para el perdón de los pecados,
como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:
“Voz del que grita en el desierto: preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos; los valles serán rellenados, los montes
y colinas serán rebajados; lo torcido será enderezado, lo escabroso
será camino llano. Y toda carne verá la salvación de
Dios”.

Comentario

Qué contraste entre los palacios que habitan los poderosos, políticos
o religiosos, y el desierto, el lugar donde Dios habla a Juan el
Bautista. El desierto donde él habita es a la vez un lugar concreto,
un desierto en el sentido geográfico y un lugar teológico, el desierto
bíblico, desierto típico que contiene, por así decir, todos los desiertos
de la historia de la alianza de Dios con su pueblo. Esta comienza
con una marcha de cuarenta años por el desierto, donde Israel vive
solo de la misericordia de Dios. Continúa con un regreso al desierto
cuando Dios saca a su pueblo de la tierra fértil, del pan, el vino y el
aceite. Y culmina con la vuelta, todavía a través del desierto, de todos
los exiliados a Jerusalén, la ciudad de Dios.
Juan el Bautista proclama que el camino de retorno a Dios pasa
por la conversión. La conversión es retorno, es como la joya traída
por los cautivos de Babilonia a la tierra de Israel. Viniendo del este,
antes de llegar a Jerusalén, deben cruzar el Jordán. Por el bautismo,
Juan sumerge a todas las personas en el Jordán. Los que vienen al
Jordán confiesan por el bautismo que se saben lejos de la santidad
de Dios. El bautismo es un retorno simbólico en tierra santa. Es un
paso, el paso en el que los pecados son perdonados. Isaías había
anunciado que el pueblo no regresará solo del exilio, sino que el
Señor caminará con él. Así, nuestra conversión, nuestro retorno a
Dios, no es solo nuestro camino, sino el camino del Señor. Es él quien
marcha con nosotros y cambia nuestros corazones.

¡Espíritu Santo, concédenos descubrir las fuentes de confianza depositadas
en lo más profundo de nosotros!