30 diciembre.
Fiesta de la Sagrada Familia


Eclo 3,2-6.12-14
Sal 127,1-2.3.4-5:
Dichosos los que temen al Señor
y siguen sus caminos.
Col 3,12-21
Lc 2,41-52:

Evangelio


Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la
fiesta de la Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron
según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero
el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus
padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron
el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes
y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo.
Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo,
sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles
preguntas. Todos los que lo oían se quedaban asombrados de su
talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos
y le dijo su madre: “Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu
padre y yo te buscábamos angustiados”. Él les contestó: “¿Por
qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas
de mi Padre?”. Pero ellos no comprendieron lo que les dijo. Él
bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre
conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en
sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.

Comentario

A los doce años, Jesús se despega de las faldas de su madre.
Sus padres no se sorprenden de que vaya con unos y con otros, que
esté con primos y con amigos, es un adolescente. Tienen confianza
en él, incluso cuando no está bajo su mirada. Pero en el camino de
regreso, cuando cae la tarde, se inquietan mucho y vuelven a Jerusalén.
Lo encuentran, pero Jesús continúa con su escapada. No es
que no quiera volver con ellos a Nazaret, pues continuará viviendo
con sus padres como si nada hubiera pasado. Escapa de José y de
María en otro sentido. ¿Está bien su hijo, un joven que argumenta,
admirado, en medio de los maestros de la ley? José no sabe qué
decir. María guarda su buen sentido de madre y habla por su marido
también. “¿Por qué nos has hecho esto?”. Y, entonces, Jesús se
suelta definitivamente con su réplica. “¿Por qué me buscabais?”.
No extraña que ellos no comprendan nada. A posteriori, nosotros
lo entendemos. La desaparición de Jesús adolescente anuncia su
marcha definitiva al final de su vida. Se soltará de todos. Su muerte
será un tránsito para ir a su Padre: “¿No sabíais que debo estar en
las cosas de mi Padre?”. Pero sus discípulos lo volvieron a ver. O
más bien, Jesús encontrará a los suyos, reconocerán al Resucitado
el tercer día.
Jesús no ha preparado a propósito el choque con sus padres.
Pero incluso la vida de una familia santa no está exenta de incomprensiones.
Todavía por mucho tiempo, María recordó en su corazón
lo que había pasado, buscando comprenderlo.


Jesu, redemptor omnium, tu lumen et splendor Patris, tibi sit gloria, tibi
Jesu sit gloria! ¡Jesús, redentor de toda vida, luz y esplendor del Padre, a ti la
gloria, a ti, Jesús, la gloria!