Episodio 3. La Revelación/Fe
según el Concilio Vaticano II

Como dijimos en el episodio anterior la fe es ante todo esta relación con Dios, que tiene cuatro aspectos:

¿De dónde viene esta concepción de la fe como encuentro con Dios? De la Biblia. En el Antiguo y Nuevo Testamento, tenemos ante todo relatos de personas que han vivido a través de su vida una relación con Dios. De hecho, el Antiguo Testamento es el relato de la relación entre Dios y su pueblo Israel. En el Nuevo Testamento tenemos, en los evangelios, narraciones de cómo Jesús se relacionaba con sus discípulos.

La idea de que la revelación es una relación con Dios está basado en la Biblia, pero es también una doctrina que fue formulada explícitamente por la Iglesia Católica en el Concilio Vaticano II, en concreto en un documento llamado Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación “Dei Verbum”.

A continuación vamos a estudiar brevemente este documento que declara qué es lo que la Iglesia cree acerca de qué es eso de creer.

El Concilio Vaticano II está considerado como el acontecimiento eclesial más importante de los últimos 400 años. El Papa Juan XXIII que convocó el concilio dijo que quería abrir las ventanas de la Iglesia al mundo moderno. Durante los siglos anteriores, la Iglesia católica había vivido en una actitud defensiva contra el protestantismo y la cultura emergente de la Modernidad. El Papa Juan quería cambiar las cosas, pero para preparar el Concilio tuvo que contar con la gente que tenía en Roma: Equipos compuestos en su gran mayoría por clérigos residentes en Roma elaboraron los documentos que debían servir como borradores para las discusiones en el aula conciliar.

En el tema que nos ocupa, la revelación, el documento en cuestión era un texto titulado De Fontibus Revelationis “Sobre las fuentes de la Revelación”.

Para los teólogos que elaboraron este documento la cuestión prioritaria que debía centrar el la atención de los padres conciliares en el tema de la Revelación era la cuestión conocida como “la incompletitud material de la Escritura”.

La Iglesia católica siempre ha defendido que la revelación de Dios puede encontrarse no solo en la Escritura –como afirmaba Lutero– sino también en la Tradición. El documento De Fontibus, quería establecer de una vez por todas que ciertas verdades de fe se encontraban en la Escritura y otras en la Tradición. Esto permitiría dar un sólido fundamento a ciertas afirmaciones dogmáticas –como la Inmaculada Concepción o la Asunción de María– que no se encuentran explícitamente formuladas en la Biblia. La Revelación tiene dos fuentes: Escritura y Tradición, ciertas verdades reveladas se encuentran en la Escritura y otras en la Tradición. Esto era lo que querían que se aprobara en el Concilio.

Pero De Fontibus se encontró con la fuerte oposición de una de las corrientes de pensamiento más activos y renovadores del Concilio: El Movimiento Ecuménico. El ecumenismo es la iniciativa y el esfuerzo por recobrar la unidad perdida entre los cristianos de distintas confesiones: protestantes, católicos y ortodoxos. De Fontibus no solo no ayudaba en nada en esta dirección, sino que al afirmar que la Tradición podía contener verdades ausentes de la Escritura haría imposible todo diálogo con los protestantes.

El Concilio se inició el 11 de octubre de 1962. Después de unos días de debate, los padres conciliares se dispusieron a votar si De Fontibus podía utilizarse como borrador de los debates conciliares o si debía desecharse completamente. El voto tuvo lugar el 20 de noviembre de 1962, y esta fecha es considerada por muchos expertos como un punto de inflexión en el desarrollo del Concilio. La votación dio estos resultados: 1368 favorables a abandonar completamente el texto, 822 defensores de continuar el debate. Había una amplia mayoría por tanto a favor de mandar el documento al cesto de los papeles, pero según el reglamento del Concilio, eran necesarios dos tercios de los sufragios para desechar del todo un documento de trabajo. Y para esos dos tercios faltaban 105 votos.  

El secretario de Estado de Juan XXIII (Domenico Tardini) dice que el Papa pasó aquella noche en oración, a la mañana siguiente mandó que se creara una Comisión mixta, integrada por miembros de la Comisión Teológica y por miembros del Secretariado para la Unidad, es decir, que la gente que había propuesto el documento y los que habían organizado la oposición a él debían trabajar juntos para elaborar algo completamente nuevo.

La Comisión mixta recién formada tenía ante sí una tarea que parecía imposible. El documento no podía afirmar la incompletitud material de la Escritura, pero tampoco negarla. Tenía que tratar la relación entre Escritura y Tradición en un modo que reflejara la fe católica sin ahondar aún más en las heridas causadas por la Reformas Protestante y la Contrarreforma Católica en el siglo XVI.

Y lo consiguieron. En vez de optar por una de las dos posibilidades del dilema, la Comisión trató de profundizar en el concepto mismo de Revelación. De Fontibus presuponía un modo de comprender la Revelación que había prevalecido en la Teología católica desde el Concilio de Trento. Es una manera de entender la Revelación que privilegia su dimensión cognoscitiva con detrimento de todas las demás

Según este modo de comprender la Revelación, Dios reveló ante todo una serie de verdades. A este modelo de Revelación, le corresponde un modo de entender la Fe. Si Dios reveló verdades, a nosotros nos corresponde aceptarlas y creerlas. Según este modelo, la fe consiste ante todo en tener por ciertaslas verdes de la fe.

Los trabajos de la Comisión mixta culminaron en la elaboración de un documento la Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación “Dei Verbum” que parte de un concepto de revelación y de fe muy distinto. Así afirma en su número 2:

Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía. (DV 2)

Vamos a desempaquetar este denso texto:

Dios no se limitó a revelar algunas verdades. Se reveló a Sí mismo. La fe no es en su núcleo la creencia en ciertas verdades, es una relación de confianza con Dios: un acceso al Padre por medio de Cristo, en el Espíritu Santo. Tener fe consiste en cultivar una relación de amistad con Dios y vivir en su compañía.
La Contitución Dei Verbum fue aprobado solemnemente en la cuarta y última sesión del Concilio, el 18 de noviembre de 1965, con 2305 votos a favor y solo 6 en contra. Había nacido lo que según muchos estudiosos es el documento teológicamente más profundo de los elaborados por el Concilio Vaticano II.
Dei Verbum clarificó para una nueva sensibilidad moderna el concepto más fundamental de la Teología, el concepto de Revelación/Fe.

Este modo de comprender la revelación no era nuevo, todo lo contrario, es el modo de entender la fe que encontramos en la Biblia y en los Padres de la Iglesia. El Vaticano II no inventa; saca su creatividad de un retorno a las fuentes.

Dei Verbum trató otros temas, como la cuestión inicialmente planteada por De Fontibus sobre la relación entre Biblia y Tradición, pero ahora los términos del debate habían sido totalmente reelaborados gracias a una mejor comprensión de la Revelación. Pero de esto hablaremos en el próximo episodio.