Episodio 22:
Los discípulos se van de prácticas

Comentamos Mc 6,6-30

El evangelio es una biografía de Jesús, pero es también la historia de los discípulos de Jesús. Y estos discípulos del relato son además como la presencia en el relato de los discípulos que hemos venido después, de nosotros, los cristianos. Es como si el lector cristiano, el lector discípulo, se hace presente en la narración a través de estos personajes.

Por eso, nos emociona especialmente cada paso que dan los discípulos. Ya habíamos dicho que en esta segunda parte de la primera mitad, las cosas van a ir a más. Hoy los discípulos por primera vez, se van de prácticas, ellos solitos, de dos en dos. Hasta ahora habían estado ahí, escuchando a Jesús, aprendiendo, como quien toma apuntes sentado en el pupitre de la escuela. Hoy se convierten en misioneros en prácticas, pasan de estudiantes a –digamos– becarios. Jesús los manda en misión. Leo:

E iba por los pueblos de alrededor enseñando y llamando a los doce empezó a enviarlos de dos en dos, y les dio autoridad sobre los espíritus impuros y les mandó que no llevasen para el camino, excepto un bastón, ni pan, ni zurrón, ni monedero, pero que calzaran sandalias, y no llevasen túnica de repuesto.

El equipamiento del apóstol es un tanto escaso: pueden llevar bastón y sandalias, pero no bolsa, ni dinero, ni pan. ¿Por qué? ¿Es que Jesús quiere fastidiarles un poco para que se curtan? No creo que sea este el motivo.

Si no llevas monedero –literalmente el texto dice “monedas de cobre en la faja”– se sobreentiende que monedas de plata o de oro, ni hablar. Si no llevas dinero en la cartera, estás a merced de las personas buenas que quieran acogerte. No puedes procurarte un alojamiento pagando, ni puedes comer por tu cuenta porque tampoco llevas pan. Jesús pide a sus discípulos que se presenten como pobres viajeros desprovistos de todo que necesitan ser acogidos.

La misión de Jesús –y ahora de sus discípulos– es el anuncio del Reino de Dios, pero este ‘anuncio’ no es la exposición de una teoría, no consiste en dar información. Ya hemos visto cómo Jesús no se limita a ‘anunciar’ el Reino, el Reino empieza a hacerse realidad en su entorno, a través de las curaciones, del perdón de los pecados, de la inclusión de los marginados. El Reino empieza a hacerse realidad por la transformación de las personas y de sus mutuas relaciones. Los discípulos son portadores de este Reino en este sentido, y la acogida de las familias a estos enviados es lo que posibilita una experiencia del Reino.

Acoger y compartir está en el corazón de lo que significa empezar a vivir el Reino de Dios, porque nos hace intuir una nueva forma de vivir y de relacionarnos en el que el Dios de Jesús –que no fuerza a nadie– se hace presente. Por eso los discípulos van sin nada, para provocar esta acogida no como quien se coloca en una de superioridad, sino como quien se presenta como un necesitado, pero tiene también algo inesperado que ofrecer.

Y les decía “En la casa en la que entréis, quedaos allí hasta que os marchéis de aquel lugar. Si en algún sitio no os acogen ni os escuchan, salid de allí y sacudíos el polvo de debajo de vuestros pies como testimonio para ellos”. Ellos salieron y predicaron la conversión. Expulsaban muchos demonios, ungían con aceite muchos enfermos y los curaban.

Jesús les manda quedarse en la casa de la gente que les ofrezca hospitalidad, pero también les dice que si no son acogidos, no se hagan problema; que se limiten a marcharse, dejando claro que no tienen nada que ver con esa gente. El gesto de sacudirse el polvo significa: “no queremos de vosotros ni el polvo que se nos ha pegado en los pies”. Es como decir: “Eres muy libre de rechazar el reino, tú te lo pierdes”

Los discípulos hacen las mismas cosas que Jesús: predicar la metanoia, expulsar a los demonios y curar a los enfermos. Los discípulos, sin embargo, realizan las curaciones con una pequeña variación que no hemos encontrado en Jesús: “ungían con aceite muchos enfermos y los curaban”.

Los discípulos ungen con aceite a los discípulos, algo que probablemente refleja la práctica de la comunidad cristiana de Marcos. Muy probablemente los miembros de la comunidad de Marcos no tenían poderes milagrosos –por cierto tampoco la mayoría de nosotros–, pero sí ungían con aceite a los enfermos y oraban por su curación –por cierto algo que los católicos seguimos practicando en el sacramento de la unción de enfermos–.

¿Se acuerdan lo que decíamos de que los discípulos del relato son como representantes de los cristianos de la comunidad de Marcos y también nuestros representantes? Marcos está dándonos a conocer los orígenes de un rito de su comunidad, un sacramento, para la Iglesia Católica.

Antes del Concilio Vaticano II este sacramento solía llamarse –y aún hoy hay mucha gente que lo llama así– “extremaunción”. Se recurría a él en condiciones extremas, es decir, en situaciones próximas a al muerte. El nombre de este sacramento es “unción de los enfermos”. No hace falta estar muriéndose para recibirlo. Tampoco es para cada vez que pillemos un resfriado, pero cuando estamos seriamente enfermos, podemos pedir que se nos unja con aceite y rezar por la curación y por saber dar un sentido a la enfermedad. Seguimos leyendo:

El nombre de Jesús se hizo notorio y llegó a oídos del rey Herodes, pues algunos decían que Juan el Bautista había resucitado de entre los muertos y por eso actuaban en él fuerzas milagrosas. Otros decían que era Elías, otros decían que era un profeta como los de los tiempos de los profetas. Escuchándolos, Herodes decía “Yo decapité a Juan y ha resucitado”

Parece que hemos pasado a otro tema que no tiene nada que ver. Los discípulos se marchan de viaje y ahora, de repente, Herodes. Veremos, sin embargo, que estos dos relatos, la del envío de los apóstoles y esta historia sobre Herodes y Juan Bautista que empezamos aquí están entrelazados, por el viejo truco del sándwich. ¿Se acuerdan? Pan-jamón-pan. Marcos empieza una historia, continúa con una segunda y regresa a la primera. Volveremos al tema del envío de los apóstoles, pero ahora pasamos a otra historia. Ya veremos por qué ambas historias están entrelazadas.

Hemos leído que Jesús se había hecho célebre y que su fama había llegado a Herodes, el rey de Galilea. Este Herodes es Herodes Antipas, el hijo de Herodes el Grande, el Herodes que aparece en las historias de la infancia de Jesús. Herodes el Grande fue rey de todo Israel, a su muerte dividió su reino entre sus hijos y a Antipas le correspondió Galilea. No era técnicamente rey, sino un ‘tetrarjēs’ que literalmente quiere decir “señor de una cuarta parte”, una especie de ‘virrey’. Con todo, Marcos le llama ‘rey’ porque eso da más empaque a su relato, que como veremos tiene rasgos de un cuento oriental.

La gente se preguntaba quién era este Jesús tan portentoso, y las respuestas eran variadas. Aunque el Antiguo Testamento nada habla de reencarnaciones, parece ser que era una creencia popular que los grandes personajes del pasado podían aparecer de nuevo sobre la tierra. Algunos piensan que Jesús es Elías o uno de los antiguos profetas, Herodes, que tiene motivos para sentirse culpable, piensa que Jesús es Juan Bautista que ha vuelto a la vida.Y lo que viene a continuación es un flashback sobre la muerte de Juan Bautista

Pues Herodes había mandado prender a Juan y encerrarlo en prisión por Herodías, la mujer de Filipo su hermano, con quien se había casado. Pues Juan decía a Herodes: “No te es lícito tener a la mujer de tu hermano”. Por eso, Herodías odiaba a Juan y quería matarlo, pero no podía, pues Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía. Cuando le escuchaba, quedaba muy perplejo, pero le escuchaba con gusto.

El próximo 23 de mayo del 2015 va a ser beatificado el mártir Mons. Oscar Romero, arzobispo de San Salvador. Tras su muerte, mientras celebraba la eucaristía un francotirador acabó con su vida, algunos dijeron que no era un verdadero mártir, pues los mártires mueren proclamando su fe y a Romero lo mataron por su denuncia de la injusticia. Pero a Juan Bautista también lo mataron por su denuncia política, y siempre ha sido venerado por los cristianos de las distintas confesiones como mártir. El decreto de beatificación de Oscar Romero le declara claramente y con toda justicia, un mártir de la fe. Porque la fe no es afirmar una serie de doctrinas, sino implicarse en ese proyecto al que Jesús llamaba “Reino de Dios”.

Marcos presenta la figura de Herodes como alguien dividido y atormentado, por un lado ha metido en la cárcel a Juan, pero por otro lo admira, lo protege y lo escucha. Marcos retrata un personaje complejo que va a hacer aún más dramático el desenlace de esta historia. Leamos:

Y llegó el día propicio cuando Herodes por su cumpleaños dio una cena para los nobles, generales y jefes de Galilea, y entrando la hija de Herodías bailó y gustó a Herodes  y a los comensales, y dijo el rey a la joven: “Pídeme lo que quieras que te lo daré”; y le juró: “Lo que me pidas te daré, aunque sea la mitad de mi reino” y saliendo ella, dijo a su madre: “¿Qué le pido?”; ella le dijo: “La cabeza de Juan el Bautista”.  Y entrando enseguida, le pidió con ansia al rey: “Quiero que me des inmediatamente sobre una bandeja la cabeza de Juan Bautista”. Se entristeció el rey, pero a causa del juramento y los invitados no quiso desairarla y enseguida mandó el rey a un guardia a que fuera y trajera su cabeza. Y saliendo, le decapitó en la cárcel y trajo su cabeza sobre una bandeja y se la dio a la joven, y la joven se la dio a su madre. Y al enterarse sus discípulos vinieron y se llevaron su cadáver y lo colocaron en una tumba.

Flavio Josefo, el historiador judío del siglo I, narra con cierto detalle el encarcelamiento y la muerte de Juan Bautista a manos de Herodes, pero no cuenta nada de este episodio del baile y la decapitación. Parece ser que aquí Marcos ha dejado volar un poco su imaginación y enmarca la muerte de Juan en una escena que parece tomada de un cuento oriental. Pero deja claros dos mensajes: uno, que a Juan lo matan por su denuncia, y dos, que los reyes no son tan soberanos como parecen. Herodes es retratado aquí como una marioneta en manos de una jovencilla, su madre, y unos magnates, delante de los cuales no quiere perder la cara, no quiere quedar mal. El que parece ejercer el dominio –el rey– en realidad es el más atrapado en la red de relaciones tóxicas que lo mantiene en el poder. Es un pobre hombre que no es capaz de hacer lo que cree que tiene que hacer sino lo que en el fondo no quiere hacer pero tiene que hacer si quiere seguir jugando el juego de ser rey: ejecutar a un inocente. Un penetrante retrato del poder. Seguimos leyendo:

Y se reunieron los apóstoles junto a Jesús y le contaban todo cuando habían hecho y enseñado.

Y ahora retornan de su misión los discípulos de Jesús. Con lo cual la historia de la muerte de Juan en manos de Herodes queda entre pan y pan, inserto en esta otra historia de la misión de los discípulos. Es como si mientras esperamos que regresaran los discípulos, Marcos nos ha presentado en forma de flashback el asesinato del Bautista.

¿Por qué ha unido Marcos estas dos historias? Para decirnos que anunciar el Reino tiene un precio. Jesús, al igual que Juan, dará su vida. También muchos de los discípulos de Cristo, hasta hoy.