Episodio 34: El fin de los tiempos

Comentario de Marcos 13, 5-37

El domingo Jesús entró en Jerusalén en olor de multitudes, el lunes fue al Templo y simbólicamente lo destruyó, declarando su culto obsoleto. Estamos asistiendo a un largo martes en el que Jesús ha debatido con diversos grupos judíos en la explanada que rodea el Templo.

En el episodio anterior, comenzamos a comentar este capítulo 13 de Marcos que comienza con un cambio de escenario. Jesús sale con sus discípulos de Jerusalén y se encamina al monte de los olivos, justo en frente, desde donde se tiene una visión magnífica del Templo. Los discípulos manifiestan su admiración por la grandeza y solidez de aquel edificio religioso. Jesús les invita a considerar qué es lo verdaderamente sólido e inicia el así llamado discurso escatológico que ocupará el resto del capítulo 13 de Marcos y este episodio del podcast. Escuchémosle:

Entonces Jesús comenzó a decirles: «Tened cuidado de que no os engañen, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: "Soy yo", y engañarán a mucha gente. No os alarméis cuando oigáis hablar de guerras y de rumores de guerras: es necesario que esto ocurra, pero todavía no será el fin (13, 5-7).

Discurso escatológico. Éscatos quiere decir último o fin, discurso sobre los últimos tiempos o el final de la historia. Como dijimos en el episodio anterior, muchos judíos del siglo I estaban creían en un inminente fin de los tiempos. Por una razón muy sencilla: Tenían conciencia de ser el pueblo elegido por el único Dios verdadero creador del cielo y de la tierra. ¿Cómo es que siendo el pueblo preferido por el único Dios entre todos los pueblos de la tierra, vivían sometidos a los paganos? Esta situación no podía continuar, Dios tendría que intervenir para poner fin al mundo tal como lo conocían y establecer un reinado de justicia, el Reino de Dios.

En algunos círculos judíos, esta esperanza escatológica, esta expectativa por un fin inminente del mundo, había generado un nuevo tipo de libros: la literatura apocalíptica, con claves propias de un género literario. En los libros apocalípticos, un vidente habla del fin del mundo, que vendrá acompañada de signos prodigiosos. La literatura apocalíptica enseña al lector a descifrar esos signos.

El discurso escatológico de Jesús en este capítulo 13 de Marcos toma muchos elementos del género apocalíptico, pero en cierto sentido les da la vuelta.

En este comienzo de su discurso, Jesús habla de algunos de estos signos: falsos profetas, guerras y rumores de guerras, pero en lugar de decir: “son la señal del fin del mundo”, les dice: “todavía no será el fin”.

La comunidad que lee a Marcos por primera vez está oyendo noticias de la guerra en Israel y se pregunta ¿será el fin del mundo? Marcos les asegura recordando a Jesús: “Aún no”. Seguimos leyendo:

Se levantará nación contra nación y reino contra reino. En muchas partes, habrá terremotos y hambre. Este será el comienzo de los dolores del parto. Estad atentos: os entregarán a los tribunales y os azotarán en las sinagogas, y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos. Pero antes, la Buena Noticia será proclamada a todas las naciones (13,8-10).

Jesús sigue hablando de signos: guerras y persecución. Todavía no es el final, pues aún el Evangelio debe ser proclamado a todo el mundo. Seguimos:

Cuando os entreguen, no os preocupéis por lo que vais a decir: decid lo que se os enseñe en ese momento, porque no seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu Santo. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero el que persevere hasta elfin, se salvará (13,11-13)

Continúa elaborando el tema de la persecución, sobre todo en su forma más dolorosa, las divisiones y traiciones en la propia familia.

Cuando veáis la Abominación de la desolación usurpando el lugar que no le corresponde –el que lea esto, entiéndalo bien– los que estén en Judea, que se refugien en las montañas; el que esté en la azotea de su casa, no baje a buscar sus cosas; y el que esté en el campo, que no vuelva atrás a buscar su manto. ¡Ay de las mujeres que estén embarazadas o tengan niños de pecho en aquellos días! Rogad para que no suceda en invierno. Porque habrá entonces una gran tribulación, como no la hubo desde el comienzo del mundo hasta ahora, ni la habrá jamás. Y si el Señor no abreviara ese tiempo, nadie se salvaría; pero lo abreviará a causa de los elegidos (13,14-20).

Marcos se zambulle de cabella en el género apocalíptico y presenta un signo misterioso: “la Abominación de la desolación”. ¿Qué es? La verdad es que los estudiosos del Nuevo Testamento han discutido hasta la extenuación sobre este término, pero no se ponen de acuerdo. Algunos piensan que podría haber sido la orden de Calígula de erigir una estatua suya en el interior del Templo, cosa que no se materializó, pero que caldeó el ambiente social propiciando el estallido de la guerra, que ocurrió en el año 66 d.C.

En cualquier caso, el consejo dado a los cristianos es no unirse a la guerra, sino huir.

Si alguien os dice entonces: "El Mesías está aquí o está allí", no lo creais. Porque aparecerán falsos mesías y falsos profetas que harán milagros y prodigios capaces de engañar, si fuera posible, a los mismos elegidos. Tened cuidado: yo os he prevenido de todo (13, 21-23)

En ese contexto de inestabilidad social aparecerán salvapatrias que se proclamarán literalmente mesías enviados por Dios. No hay que hacerles ningún caso: sólo hay un mesías, Jesús, el Cristo no violento.

En ese tiempo, después de esta tribulación, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. Y él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte (13, 24-27).

Aquí entramos de lleno en en la descripción del fin-fin de los tiempos: En medio de un desastre de proporciones cósmicas aparecerá el Hijo del hombre sobre las nubes del cielo.

Todo aficionado al género apocalíptico sabe que el gran clásico del género es el libro de Daniel, en el Antiguo Testamento. (El otro gran libro apocalíptico de la Biblia es, obviamente, el Apocalipsis, pero éste aún no había sido escrito en tiempos de Marcos). Aunque en las biblias cristianas el libro de Daniel se encuentra entre los libros proféticos, los judíos lo listan no entre los Nebiim (profetas) sino entre los Ketubim (escritos varios).

Daniel no es un personaje histórico real –como los profetas Isaías, Jeremías o Amós–. El libro de Daniel es una especie de novela histórica –una obra de ficción– escrito unos dos siglos antes de Cristo. Su protagonista es Daniel, un profeta que vivió en la corte del rey Nabucodonosor, durante el exilio de los judíos en Babilonia, siglo VI antes de Cristo.

En este libro, Daniel tiene una serie de visiones sobre el fin del mundo. Su visión más famosa es la de los cuatro monstruos y el Hijo del Hombre. En el Capítulo 7 de este libro, Daniel habla de la venida de cuatro monstruos, cada cual más terrible y violento que el anterior. Estos monstruos son símbolos de los cuatro imperios que desde el siglo VI antes de Cristo en adelante han sometido a los judíos. Esta visión de los monstruos es una forma de narrar la historia de Israel durante los 400 años que median entre el siglo VI en el que vive Daniel y el siglo II antes de Cristo, en el que vive el autor del libro.

Es una forma de decir, la historia de nuestro pueblo ha sido una historia de violencia, de brutalidad, una historia en la que poderes monstruosos han causado tanto sufrimiento. Pero la historia no va a terminar así. El vidente Daniel escribe así en 7,13-14

Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre; él avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar hasta él. Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no tendrá fin.

La última palabra sobre la historia no la tienen los imperios ni los grandes sistemas de poder. Dios –el Anciano de la visión– dará el triunfo final al “Hijo del Hombre”. Que es como decir, lo humano, lo humanizador tendrá la última palabra de la Historia, no lo brutal, lo bestial, la opresión.

En la mente del autor de Daniel, el pueblo judío es el pueblo enviado por Dios para humanizar la historia. Ha sufrido tanto por la violencia de los grandes imperios, pero terminará –con la ayuda de Dios– por realizar su misión: hacer triunfar la justicia y el derecho.

Jesús hace suyo esta intuición del libro de Daniel y se identifica con este “Hijo del Hombre”:

Aprended esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, os dais cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando veais que suceden todas estas cosas, sabed que el fin está cerca, a la puerta (13, 28-29)

Esta llamada de Jesús cierra esta parte del discurso: Hay que estar atentos a “los signos de los tiempos”. Dios nos hace señales en eso que está aconteciendo en la historia. Lo importante –y lo difícil– es saber interpretar estos signos.

A continuación, Jesús afirma algo extraño:

Os aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto (13, 30)

¿Quiere decir Jesús que el fin del mundo llegará antes de que muera la última de las personas que le estaban escuchando? Parece claro que sí, que eso es lo que quiere decir la frase. Jesús y los primeros cristianos, incluido Marcos, creían que el fin del mundo iba a ser inminente. Nosotros sabemos que no fue así, pero como veremos a continuación, conocer el momento del fin de la historia no es lo más importante.

El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre.» (13,31-32)

Lo importante es reconocer que Jesús es la definitiva revelación de Dios. En un cierto sentido el fin ha comenzado porque Dios ha dicho todo lo que tenía que decir en Cristo. Él es su última palabra. Y las palabras de Jesús no pasarán. El momento exacto del fin del mundo no lo conoce ni el Hijo de Dios, solo el Padre.

«Tened cuidado y estad prevenidos porque no sabéis cuándo llegará el momento. Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela. Estad prevenidos, entonces, porque no sabéis cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. Y esto que os digo a vosotros, lo digo a todos: "¡Estad prevenidos!"» (13,33-37).   

La verdad es que nadie conoce cuándo será el día del fin del mundo, ni siquiera cuándo será el fin de su propia vida. Es más, a medida que vamos cumpliendo años nos damos cuenta de que tantas cosas importantes de la vida no dependen de nosotros. Solo cabe hacer vivir atentos. Atentos para servir a los que nos rodean y para escudriñar la voluntad de Dios según los signos de los tiempos. Esa es nuestra responsabilidad, pero no podemos controlar el futuro. Hay que dejar que de eso se ocupe Dios.

Terminamos así el episodio del podcast, el capítulo 13 de Marcos y este larguísimo martes que empezamos a comentar en el episodio 31. La próxima semana hablaremos de lo que sucedió en el último miércoles de la vida de Cristo. ¡No os lo perdáis!