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La Capilla de la Resurrección

Me llamo Mari Sol, soy de Madrid, y durante muchos años he formado parte del grupo de jóvenes del Perpetuo Socorro. Hace algo más de diez años me marché a Bélgica, primero para estudiar, y luego me quedé trabajando en temas europeos.

La vida en Bruselas recuerda a un inmenso Taizé, con una increíble diversidad de lenguas, tradiciones y culturas. Esta diversidad puede vivirse como una gran riqueza o una fuente incesante de conflictos. Desde el principio, decidí integrarme lo más posible en la vida de la Iglesia belga. A través de la hermana Diane, que conocí en Taizé, entré en contacto con su congregación, las Hermanas de San Andrés, en Bélgica. Una de ellas me propuso entrar en una "Comunidad de Vida Cristiana" (CVX) que ella animaba. Y allí estoy desde entonces, en un pequeño "equipo" que se reúne cada tres semanas para ayudarnos mutuamente a descubrir a Dios en todos los aspectos de nuestra vida, según la intuición genial de Ignacio de Loyola.

Volviendo a la historia de la Capilla, durante muchos años, camino de mi trabajo, pasaba por delante de un edificio en ruinas, con arbustos creciendo sobre su tejado. Tenía el aspecto de una antigua abadía, aunque no quedaba ninguna señal de su pasado. Parecía más bien como los restos de un naufragio, abandonados en el corazón mismo del barrio europeo.

Un día, unas voraces máquinas comenzaron a invadir aquellas ruinas. Situadas entre los edificios del Consejo, el Parlamento y la Comisión, era evidente que habían caído en las garras de algún especulador. Un grupo de funcionarios de las Instituciones europeas y algunos sacerdotes descubrieron que la antigua iglesia del s. XVII iba a convertirse en una sala para recepciones. Tuvieron la idea de comprarla, y devolverle su función primigenia. No les fue fácil reunir el dinero, a base de donaciones privadas, de fundaciones y de muchas iglesias de Europa. Pero lo consiguieron. El 25 de septiembre del 2001, en una ceremonia ecuménica, se inauguraba allí la Capilla de la Resurrección, una capilla cristiana con vocación ecuménica. En aquel momento, aún estaba en obras. El Cardenal Daneels dijo que aquel lugar era una parábola de la Iglesia, siempre en construcción.

La Capilla es ante todo un lugar de encuentro entre cristianos de todas las tradiciones y de oración. La responsable es una mujer, Dominique, religiosa del Sagrado Corazón, lo que es todo un signo en nuestro tiempo del papel que la mujer puede ocupar en la Iglesia.

Cada mañana, un grupo de laicos anima una oración, para aquellos que quieran comenzar así el día de trabajo, seguido de un desayuno en común. A veces, organizan desayunos-debate, sobre temas de interés. A mediodía se celebran eucaristías, u oraciones ecuménicas. Algunas tardes tenemos celebraciones, conferencias o conciertos, siempre en un ambiente de amistad y de acogida de la diversidad.

Durante tres años he participado en el "Equipo pastoral", un pequeño grupo de católicos, protestantes y ortodoxos, que aconseja a la responsable sobre la vida de la Capilla. El gran descubrimiento para mí ha sido la manera de vivir el ecumenismo de manera práctica: ver todo lo que podemos hacer juntos, en el respeto de nuestras tradiciones.

El año pasado, con otra mamá, Siw, diaconesa de la Iglesia Luterana de Suecia, empezamos un grupo ecuménico de niños de entre 2 y 8 años. Los niños tienen una gran sensibilidad hacia el "Misterio". Para ellos, Jesús es una persona, un amigo, alguien con quien pueden hablar. Nosotras queríamos hablar a los niños de Jesús, y tras muchas reuniones son los niños los que nos han mostrado a nosotras como vivir una relación auténtica con El.

Lo especial de nuestro grupo es que los niños provienen de diferentes tradiciones cristianas, algunos de matrimonios mixtos. Y es genial que desde pequeños vivan el ecumenismo como algo natural. Es decir, que para ellos es evidente que leemos las mismas historias del Evangelio, cantamos los mismos cantos, y estamos en silencio con las manos abiertas ante la misma imagen de Jesús. Por cierto, que es una cruz de Taizé.

De todas las experiencias vividas en la Capilla, tal vez la que más me ha marcado fue una oración común por la paz, presidida por un sacerdote católico, un Pástor protestante, un rabino y un imán. Al final, firmamos todos un manifiesto en el que rechazamos el uso del nombre de Dios para justificar cualquier tipo de violencia.

Otra experiencia muy fuerte fue el bautizo de mi hija Almudena Luo, en una ceremonia ecuménica, celebrada por un sacerdote católico, Wolfgang, y una diaconesa de la Iglesia luterana, Siw.

Si queréis saber más sobre la capilla, podéis visitar nuestra página Web. Allí también encontraréis fotos de nuestro grupo de niños: http://www.resurrection.be

 
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16 Enero, 2006
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